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DESDE ARGENTINA

Por Carlos Madama - Buenos Aires, Argentina.

Hablemos de desamor

El avance de la tecnología, las redes, las aplicaciones de citas, hacen que el amor cara a cara haya quedado en segundo plano. Por eso a veces es bueno ponerse a pensar si aquellas expectativas por el encuentro soñado se han ido transformando en simples añoranzas de un tiempo que parece no volver.

Y también las relaciones constituidas sufren el “modernismo” y suceden cosas ingratas en la vida del hombre y de la mujer. Como esta historia, por ejemplo.

El hombre llora y sufre a escondidas en la tarde lluviosa que presagia más tormentas, sobre todo en sus ojos ya rojos de tanta sal. Hacía apenas dos meses que ella se había cruzado nuevamente en su vida después de una pausa de más de treinta años y tal si fuera una semilla milagrosa, hizo brotar nuevas ilusiones y pasiones que el tiempo había cubierto con telarañas. Otra vez el fuego encendido, otra vez la sensación de saberse querido y observado por aquella mujer que cierta vez le hizo entender el verdadero significado de la palabra esperanza.

Dos meses de salidas, encuentros programados y supuesta felicidad y el abrupto final que él no esperaba. Dos meses, cien anhelos, cuatro promesas de vacaciones juntos y un sinnúmero de deseos que finalmente quedaron en la canasta del olvido.

Pero ¿Qué fue lo que pasó? ¿Dónde quedaron los sentimientos encontrados? ¿Qué pasó por la cabeza de ella para terminar tan abruptamente y sin aviso algo que había comenzado por su propia voluntad?

Como aquellas películas que no explican cómo suceden las cosas, él se encontró en la incertidumbre de pensar qué había hecho mal para que ella tomara la decisión de dejarlo de un suspiro para el otro. Pensamientos, secuencias y su cabeza trabajando a mil kilómetros por hora buscando una respuesta clarificadora o al menos complaciente para entender.

¿Escuchaste hablar del desamor? le preguntó su amigo cuando le contó la situación que estaba viviendo. “El desamor, querido amigo, es la pérdida del afecto o cariño que alguien puede tener con otro y tal vez lo que esa mujer creía haber descubierto en aquellos años, terminó por ser una creencia falsa y esos dos meses le bastaron para darse cuenta. ¿Si genera tristeza? Si, claro y dolor y frustración y desentendimiento en las señales de los latidos del corazón”.

Muy a pesar de los consejos y aclaraciones de su amigo, el hombre lo siguió intentando y caminó las mismas calles donde ella podría estar, fue una y mil veces al bar que los había encontrado aquel día del reencuentro y hasta compró un ramo de flores frescas por si ella aparecía a tomar el café con leche con una media luna que los identificaba. También pasó clandestinamente por su casa y esperó por un encuentro “casual” que finalmente nunca se produjo.

Mientras, corría el tiempo y las lágrimas y los deseos de explicación, pero ella nunca lloró ni explicó nada. Su desamor fue grande y fuerte y fue lo que motivó que lo que parecía ser un reencuentro de libros de cuentos se transformara en un episodio de ciencia ficción feo, corto y desesperanzador.

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Carlos Madama

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