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DESDE MI VENTANA

Por Mercedes Moresco

Madres

Mi madre se llama Mercedes. Como yo.

Mi abuela también se llamaba Mercedes. Mi hija no se llama Mercedes.

 

Cuando era soltera, aun antes de tener pareja o pensar en matrimonios, ya había decidido que mi primera hija no llevaría mi nombre. No porque no me gustara o porque fuera a rebelarme contra la tradición del primogénito, sino porque consideraba que más de tres Mercedes en la familia sería demasiado.

 

A mi abuela le decían Mecha. Era bajita y muy simpática, seductora y divertida. Jugaba a la canasta y vendía los objetos que ganaba en esos campeonatos, feliz de, como decía ella, “trabajar”. Tuvo dos hijos, seis nietos y diez bisnietos. Murió a los noventa y siete años, con las uñas impecables y una lucidez que solo la abandonó unos meses antes de irse.

 

A mi madre le dicen Mechi. Dedicó su vida a escuchar a los demás. Es psicoanalista y con sus casi ochenta años juega al tenis más que yo, estudia inglés en la biblioteca y se preocupa por estar siempre linda y arreglada. Tiene cuatro hijos y diez nietos. Por ahora no hay bisnietos a la vista.

 

A mí me dicen Mer. No quise ser psicoanalista como mi madre, cansada de atender pacientes que llamaban y pedían por Mercedes Moresco, en la época en que aun no había celulares y los únicos teléfonos eran las líneas de la casa. Claro que yo solo les atendía el llamado, y aunque me tentaba la idea de seguir escuchando, enseguida les decía no, yo no soy la doctora, enseguida se la paso, señor. De esas historias que no escuché surgieron muchas ideas en mi cabeza, y algunas pasaron al papel. Tengo cuatro hijos y espero algún día disfrutar de muchos nietos como mis tocayas predecesoras.

 

De alguna manera el hecho de no querer repetir mi nombre en mi primera hija fue una forma de separarme de una tradición familiar. Porque una, aunque ame y admire a su madre, siempre quiere ser diferente de ella. A mí me tocó difícil diferenciarme, comenzando por cómo se presenta una persona: con su nombre y apellido. Pero también gracias a ello busqué otros caminos. Y así hoy digo con orgullo: no soy doctora, soy escritora.

Como dijo Shakespeare en boca de Hamlet: “To be or not to be, that is the question”. Una pregunta que me sigo haciendo y supongo que también se hace más de un lector que haya terminado de leer este artículo. Ser uno mismo y al tiempo honrar y respetar el camino de nuestros progenitores. Llevar el nombre con orgullo. El de ellos y el propio. Así de sencillo. Así de complicado.

 

Feliz día a todas la madres, abuelas, tías y madrinas que celebran en estos días, y todos los días, su amor por la familia.

 

Mercedes Soledad Moresco Escritora y educadora

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Mercedes Moresco

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