Djinji La Belle Crocker, Analista de Operaciones
Internacionales de la empresa SBA Communications Corporation
-Boca Ratón, Palm Beach
Para mi, me ha encantado trabajar desde mi casa. Siento mucha paz y silencio ya que como no tengo niños aun, estoy sola durante el dia. Mi fiel acompañante de trabajo es mi perrito Bellito todos los dias.
Laborar desde casa me ha ahorrado casi 2 horas diariamente de viaje al trabajo. He tenido tiempo para cocinar más e intentar recetas de cocina diferentes. Igualmente me ha permitido limpiar y organizar cada espacio de mi casa, y disfrutar más de la naturaleza en mi vecindario mientras corro o paseo en bicicleta.
Ernesto
Morales
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Editorial

Dirigido a la comunidad Hispana del Sur de la Florida
"Entre Comillas"
por Ernesto Morales
LAS INTERPRETACIONES
En los albores de la civilización, hace cientos de años, Roma, Grecia y unas pocas regiones aledañas, contaban con más de cien dioses en quienes los habitantes creían fielmente: dioses para la lluvia, el vino, los truenos, la belleza, y una etcétera del tamaño que se le antoje al lector. El paso del tiempo hizo que la misma población los fuera eliminando poco a poco, en la medida en que abrían los ojos al mundo y respaldaban criterios más maduros y menos edulcorados con fantasías y otras argucias con tintes utópicos. Como es de suponer, llegó el momento en que sólo quedaban unos pocos íconos, más bien para estudiar que para atribuirles poderes sobrenaturales; aunque hay historiadores que dicen que lo que hicieron los habitantes de entonces fue sustituirlos por muchos menos dioses nuevos. Esto, por supuesto, no hizo más que comprobar que la existencia de tales dioses -antiguos y nuevos- sólo existían en el teatro de sus mentes, aupados por sus neuronas.
Y debe haber algo de razón en lo que apuntan dichos estudiosos al decir que en la actualidad se cuentan por millones las personas que consideran haber desentrañado los misterios de la existencia, afiliadas voluntariamente a una interpretación, ya bien de carácter religioso o espiritual.
Quiero colocar en el análisis la idea de que las mencionadas creencias siempre han estado muy arraigadas a la región donde se originan. Así tenemos que la inmensa mayoría de los ciudadanos del Medio Oriente son musulmanes, creyentes de Alá, asiduos a las mezquitas y de todo lo escrito en el Corán. Esta dinámica tiene una salvedad, y es que Israel, a pesar de estar insertada en la región, cultiva el judaísmo y le llaman Dios a su ídolo, a quien le atribuyen omnisciencia y omnipotencia, según consta en la Torah, el más popular de sus libros sagrados, que leen rutinariamente una y otra vez en las sinagogas y en sus rezos diarios.
Añadiré, aunque no lo crea necesario, que todos y cada uno de los grupos descritos en este artículo tienen sus propias retahílas y cánticos alegóricos para autenticar su creencia.
Algo similar ocurre en los países de tendencia occidental en ambos hemisferios, donde el catolicismo y el cristianismo -partidarios de Dios y Jesucristo- cuentan con cientos de parábolas plasmadas en los 66 libros que conforman la Biblia, redactados por 44 escritores a lo largo de más de 1,500 años. Las susodichas escrituras son leídas hasta el cansancio en iglesias y templos ya que sentaron pautas durante los dos últimos milenios, aunque, según los investigadores del tema, están perdiendo partidarios diariamente en el mundo civilizado a pesar de sus intentos de proselitismo, y esta nueva tendencia se debe al desarrollo de los avances científicos y tecnológicos que se inclinan a promocionarlos en Internet y la televisión, a manos de agnósticos, incrédulos, ateos y otros de similar denominación, algunos vinculados a la teoría del Big Bang sobre la expansión del universo.
Los asiáticos por su parte son admiradores de múltiples dioses y credos en sus variadas formas de religión: islam, hinduismo, budismo, confucianismo, taoísmo, jainismo, sijismo y zoroastrismo. Baste decir que casi cada uno de los países que forman el Lejano Oriente tiene su propio Dios con su particular letanía y libro sagrado en el cual -para no variar- creen a pie juntillas.
Con una cifra infinitamente menor se apuntan los fieles de las sectas de diversos tipos -oscurantistas incluidos-, casi siempre regionales, que, en sintonía con la educación, cultura y filosofía de sus seguidores, apenas logran entrar con un pequeño dígito en las estadísticas más formales y circunspectas.
Sabido lo anterior, sería adecuado anotar que, aun existiendo idénticos misterios a lo largo de milenios, la fe de los religiosos de todas las denominaciones ha ido cambiando su visión del mundo de acuerdo con los acontecimientos y circunstancias por los que ha atravesado, y ya hoy muchos se cuestionan el por qué mueren tantos jóvenes de cáncer, diabetes y otras enfermedades, además de los niños que mueren de hambre y sed en diversas zonas pobres del mundo.
El mejor ejemplo de esta afirmación es el que se da en la vida diaria. Así sucede que hoy, si varias personas son testigos de un accidente de tránsito en una intersección cualquiera, cada una de ellas tendrá su versión particular de los hechos. Y no dude usted que muchas opiniones sean diametralmente opuestas: unas atribuyendo a su Dios el milagro de que nadie muriera en el incidente; otros culpando a la mala suerte de alguno de los implicados; y quizás haya quien maldiga el momento en que fue testigo de los hechos.
Cada opinión se deriva directamente del criterio sobre la vida que tenga cada cual: la existencia de fuerzas poderosas sobrenaturales para aquellos que se confiesan creyentes, y la casualidad de tales eventos para otros, en tanto existen también quienes se sienten atiborrados de tales atribuciones, tanto a Dios, Jehová, Alá, y otros dioses, así como a la casualidad, y andan por la vida despreocupados de lo que acontece, convencidos de que nada ni nadie puede hacer algo ante lo imprevisto, como no sea resignarse.
La naturaleza no esconde ninguna sorpresa ni las deja al azar. Ella se desempeña de acuerdo con determinadas condiciones: algunas creadas por el hombre en su afán de dar con la clave de lo exclusivamente natural que se da en el contexto de la existencia humana. Las interpretaciones en cualquier dirección que las personas les otorgan no están reñidas entre sí, sino que constituyen puntos de vista derivadas de la observancia de los hechos desde diferentes fronteras, todas respetables, pero algunas de ellas, incomprobables.
Y, a propósito, ¿dónde estaban tales dioses y demás íconos dueños del misterio de la existencia, a los que millones de personas en el mundo les rinden pleitesía, cuando la devastadora tragedia ocurrida recientemente en Hawái, o ante las inundaciones, terremotos, huracanes y demás tragedias, en diversos punto del planeta, más los sofocantes calores que han provocado miles de muertes? ¿Acaso no se supone -de acuerdo con algunos criterios- que tienen poderes sobrenaturales con los cuales podrían haber evitado el holocausto, por ejemplo, o, al menos, disminuido sus consecuencias? Quizás los adeptos a determinados credos, involuntariamente, estén sobredimensionando sus capacidades, las cuales solo existen en sus mentes.
Desde todo punto de vista, estos episodios ocurridos en todas partes a lo largo de la historia son eventos frustrantes que desequilibran la razón de ser de muchos y merecen la pena ser estudiados con imperiosa ecuanimidad, científicamente, con la psicología más estricta y sin fanatismos, en busca de la verdad absoluta que desentrañe de una vez y por todas -si es posible desde luego- los misterios que nos rodean.
Mientras, se me ocurre preguntar: ¿Hasta cuándo seguiremos perdiendo el tiempo con filosofías artificiosas, por muy altruistas que sean, pero que carecen de evidencias y, por lo tanto, no se sostienen a la altura de los tiempos?