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ENTRE COMILLAS

Por Ernesto Morales

La magia del número siete

Desde los tiempos más remotos, las personas han incluido en su vida una dosis de curiosidad como parte de una percepción mágica. Así, en sintonía con los dictámenes de sus respectivas mentes, muchos tienen creencias respecto a entidades sobrenaturales, otros confían ciegamente en la ciencia, y también los hay que solo guían sus pasos mediante experiencias vividas, tanto por ellos como por familiares cercanos y amigos.

Cualquiera que sea la razón que nos alumbre, las diversas generaciones que han existido mucho antes que nosotros, pusieron en el tablero algunos algoritmos que se transformaron en misterios inexpugnables y más tarde en componentes de la magia más espectacular.

Así, la iglesia, prendida siempre a los factores más representativos de la doctrina y de las diferentes civilizaciones ―para no quedar rezagada como temía y teme―, bautizó los movimientos de la sociedad como Sacramentos y, por empatía con los sucesos acaecidos a su alrededor, les concedió un número. De ahí surgieron “Los 7 Sacramentos”.

Una vez comprobada en las comunidades de fieles y el resto de la sociedad la eficacia obtenida por esta designación decidió continuar con el número y, esta vez dirigiéndose al deambular por la vida de las personas y a los errores cometidos a diario por todos, sin excepción, decidió llamarles “Los 7 Pecados Capitales”, recurriendo nuevamente al manoseado número 7.

Más tarde, mientras corría el año 1582  a.C. y los científicos de la época exploraban la posibilidad de crear un sistema que determinara con la mayor precisión las fechas que vivía la humanidad, la iglesia, sedienta de publicidad como suele, volvió a engancharse en el carro de la historia a través del Papa Gregorio XIII ―que casualmente, analizaba la elipse de la tierra en su ruta alrededor del sol―, y consideró apropiado diseñar un calendario que incluiría los 365 días que dura el movimiento de traslación ―incluidos los días bisiestos―, dividiéndolos sabiamente en 52 semanas de 7 días cada una. De manera que el 7 volvía a estar presente.

Continuando con este fascinante tema que abarca la importancia en la historia que ha tenido el número 7, es digno de destacar, por ejemplo, que ya desde la época medieval el concepto de los Siete Mares tenía su influencia en la Antigua Grecia y la Antigua Roma, aunque algunos historiadores fijan la fecha desde mucho más tiempo atrás, allá por el año 2,300 a.C. No obstante, los investigadores de la mitología romana aluden que la cifra de mares se la debemos a Neptuno, que era el dios que sostenía el planeta, ya que el océano rodeaba la Tierra y era evidente que él, Neptuno, desde los mares, soportaba su peso. Una teoría similar esgrimían los griegos sobre su dios del mar, Poseidón.

 Y seguimos con este interesante tema que estoy convencido que ayudara a muchos a comprender el sentido natural del paso de los seres humanos por la vida. Y entonces, llegamos a contar que fue el monje benedictino Guido de Arezzo quien se encargó de nombrar cada uno de los sonidos y clasificarlos por su altura y duración, a partir del cual surgen las actuales notas musicales.

Sin embargo, fue el genio matemático y filósofo griego, Pitágoras, el primero en desarrollar una teoría de la música, al darse cuenta de que hay 7 intervalos aritméticos que producen un sentido de notas consonantes o armónicas, No fue una casualidad que se determinaran las 7 notas musicales, sino un profundo análisis de los sonidos a cargo de un célebre hombre dedicado a los números. Quién se lo hubiera dicho al genial compositor y músico alemán Ludwig Van Beethoven cuando siglos más tarde, comenzando su sordera, compuso la Quinta Sinfonía para el deleite de su época y las venideras. 

Transitando por esta vía llegamos a los colores del arcoíris, que también son 7, según el astrónomo persa Nader El-Bizri, quien dio una explicación bastante precisa del fenómeno del arcoíris, indicando que la refracción de la luz solar divide el haz de luz en distintas longitudes de onda, las cuales se corresponden a los distintos colores con un espectro concreto.

Explicaciones sobrenaturales no científicas las hay por montones, pero bástenos saber que no están sustentadas por ninguna evidencia creíble o comprobable, de manera que sería absurdo recorrer un camino equivocado en dirección contraria a los prodigios que ocurren con relativa precisión en la vida del planeta y sus cambios climáticos. Ah… y no busque, porque no encontrará ninguna fortuna al final del arcoíris, como no sea el disfrute de su colorido.

Así, en este andar por la magia del número 7, llegamos a las Maravillas del Mundo. Una creación del bibliotecario alejandrino Calímaco de Cirene (siglo IV a. C.), quien las enumeró y escribió un libro sobre el tema con toda clases de maravillas reunidas por zonas, países y lugares. Después de su genial creación han surgido variantes destinadas a enaltecer aquella primera intención, de manera que se realizaron encuestas de opinión entre expertos y otras entre el público en general. De esta suerte, tenemos las 7 Maravillas del Mundo Antiguo, las del Mundo Moderno y otras que alegran la vida de muchas personas.

Y en esta procesión de mis andares por la magia del número 7 no podía dejar de lado a los célebres filólogos y estudiosos del folklore alemán, me refiero a los hermanos Grimm: Jacob y Wilhelm, quienes echaron a volar las alas de la imaginación y tomaron como personaje central de su historieta a la princesa germana María Sofía Margarita Cataln Von Erthol, creando el famoso cuento: “Blanca Nieves y los 7 Enanitos”.

Una nota singular es que los enanitos representan la Tierra, el Aire, el Fuego, el Agua, la Luz, la Sombra y la Magia. El número 7 estaba de moda entonces, por lo que, ni tardo ni perezoso, otro genio de las historietas mágicas, Walt Disney, tomó la idea y la llevó al celuloide el 21 de diciembre de 1937, algo novedoso que pronto se convirtió en el primer largometraje animado a todo color de la época.

Y llegamos a los casinos. ¿Sabe usted a quien se le ocurrió la idea de fijar el número 7 como el de la suerte en los casinos? Pues bien, los lados opuestos de los dados de los juegos suman 7, no importa como usted los lance. Tome un dado en sus manos y chequéelo. Entonces comprenderá la razón por la que los dueños de los casinos han dedicado la mayoría de su publicidad a premiar al número 7, de tal modo que el triple 7 significa un premio triple.

Una nota curiosa contenida en las páginas de la historia antigua es aquella que señala que en el medioevo el número 7 era asignado a la belleza y la inteligencia de las personas.

Y otro detalle no menos curioso que el anterior es que el tiempo que he invertido en la investigación, redacción y edición de cada significado del número 7 en la historia, he empleado… ¡asómbrese! 7 horas.

Quizá no tenga que agregar que es muy probable que usted, que ha leído este artículo, le ha dedicado un promedio de 7 minutos a su lectura. ¿Qué le parece?

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Ernesto Morales

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