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MUJER NUEVA

Por Noris Capin

Egoísmo: decisión o desconexión

La persona egoísta piensa en sí misma y no en los demás. ¿Cómo puede ser eso? ¿Es acaso una fechoría o simplemente una decisión personal? Nadie nos ha enseñado a ser egoístas; no nacimos para vivir con nosotras mismas para no ayudar a otras personas de buen corazón. 

Pero sí, la persona que está al tanto de su persona no se interesa por los asuntos del semejante que no están a la altura de ellos mismos. El egoísta siempre está cavilando cómo va a sacar partido de la gente, del tiempo, de los detalles, del trabajo, de algo que sea beneficioso para ellos y no para los demás. Su falta de empatía hacia otros seres humanos nos ofrece un escenario triste y desconcertante, y que da miedo.

Yo creo que nunca he hablado de la mujer egoísta, de las personas que acarician un plan íntimo para su propio bien, sin pensar que, en esta vida compleja y embarazosa, siempre necesitamos de alguien que nos diga una palabra cortes y desinteresada, una persona que nos escuche y que se arriesgue a vivir espiritualmente en abundancia. ¿Pero qué es vivir en abundancia?

La persona abundante de espíritu es una persona que produce confianza, creando un ambiente lozano por donde quiera que vaya compartiendo paz; quiero decir, que se esmera en transmitir tranquilidad en el paraíso terrenal en que vivimos, intentando ser mejor ser humano. 

Dice la Palabra de Dios en 1 Corintios 3:18 lo siguiente: Que nadie se engañe: si alguno de ustedes se cree sabio según la sabiduría de este mundo, vuélvase como un ignorante, para así llegar a ser verdaderamente sabio.

Desgraciadamente, si solo piensa en sí mismo, es imposible “crear” un entorno agradable y benévolo que les dé la opción entre desear hacer el bien o ignorar lo que está frente a sus ojos.

Yo conozco a algunas personas que tienen la tendencia a obviar los dolores y las zozobras del prójimo, aquellas personas que no les gusta compartir sus pensamientos por temor a que se los quiten o le roben las ideas y conocimientos. 

El egoísmo pone a los hombres en desacuerdo para priorizar su propio “yo” y les cuesta trabajo ceder oportunidades o recursos a otras personas buscando y, acaparando la cortesía cuando otros son el centro de una conversación o son elogiados. 

Ellos tienen una actitud de “yo” primero y cada decisión que toman es calculada y auto promocional; no se benefician del bienestar que les proporciona la amabilidad y la generosidad, sino que, sin saberlo, se alejan de la familia o de los amigos en busca de su propia prosperidad para no compartir de sus triunfos, causando un aislamiento o ausencia con las demás personas. Su superioridad no está al alcance de entender las contrariedades de otros. Prefieren estar solos. 

Los egoístas piensan diferente porque se enfocan en ellos primero: en la capacidad de salir adelante, de prestar un libro, de decir donde está la suerte del que no sabe, de ayudar al necesitado. Son personas que, al final, son inseguras y problemáticas.

Lo opuesto del ego es la conciencia, las relaciones humanas, el disfrute, el compartir desinteresadamente, con alegría hacia sus semejantes y todo esto surge del ego del ser humano.

El ego es la construcción mental que tenemos de nosotras mismas, una autoimagen que se inicia a partir de nuestras experiencias, creencias y relaciones humanas con quienes nos rodean y con el mundo, aunque la persona tiene cierta dificultad para conectarse con los demás de manera profunda. 

Y nos dice la Palabra de Dios en Filipenses 3:4 Ninguno busque únicamente su propio bien, sino también el bien de otros. Amén.

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Noris Capin

No hagan nada por rivalidad o por orgullo, sino con humildad, y que cada uno considere a los demás como mejores que él mismo.

 Filipenses 3:3

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