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El hombre
de hoy

Por Carlos Madama Hernández
Buenos Aires, Argentina

Suena la bocina quebrando el silencio de la noche y de inmediato el llanto del bebé crece desde la cuna. La madre paciente se levanta, lo acuna en sus brazos, le susurra una letanía aprendida y guardada en un recóndito pedazo de la infancia, pero la criatura ya ha sido shoqueada y sigue llorando.
Así crece el hombre de hoy, entre los sobresaltos de una época poblada de agresiones, que lo son aunque no parezcan. Motores potentes, escapes, ruidos, esa música concreta que nos estremece a cada instante, impidiéndonos un pedazo de verdadera paz.
Así somos bombardeados a sonidos, ametrallados por la técnica y su avance que tritura nuestros oídos convirtiéndonos en sordos virtuales, incapaces de diferenciar entre los valores de una melodía de Vivaldi y el sordo ronquido de la maquinaria fabril en movimiento.
Ruido en las calles, en las confiterías, en los paseos y las playas. Ruido al acostarnos y al despertarnos. Ruido en nuestros actos más íntimos o en los hechos públicos. Voces altisonantes, tiros, golpes: la melodía absurda de la realidad que nos ha tocado vivir.
En ella andamos, esclavos del canto de las sirenas, que nada tienen que ver con las de Ulises; olvidados de las cajitas de música, perdidos del canto de un violín contra la noche.
De ella hemos aprendido el oficio de cerrar nuestros oídos hasta para escuchar las voces queridas, de habitar en la quiebra, y el espanto de sobresaltarnos por el estallido de matar la música. 
El día a día es una lucha desigual entre la paz deseada y la guerra de la que nadie se hace cargo. Intereses mezquinos que conspiran contra una humanidad que sueña con mejores cosas desde que empezó a creer que las utopías son aquellas cosas que tal vez alguna vez sucedan..
¿Dónde quedaron los deseos de los niños? ¿Dónde las promesas de amor a la persona amada? ¿Dónde los caminos a recorrer? ¿Dónde los silencios? ¿Dónde los pájaros revoloteando alrededor de las flores?  
Sabiamente, Arthur Schopenhauer dijo alguna vez que “El ruido es la más impertinente de todas las formas de interrupción. No es solo una interrupción, sino también una alteración del pensamiento”.
Por eso y por tantas otras cosas, el niño se prepara desde su cuna a este mundo de ruidos, por eso ya la música no amansa a las fieras, por eso Juan Sebastián Bach no nació en el siglo XX y la flauta dulce es utilizada sólo por los adolescentes.
El hombre de hoy es un estallido que hace ruido desde que se levanta hasta que se acuesta, y después de dormido sueña con una canción de cuna cantada en varios decibeles de sonido, desde un parlante o una bocina, y se despierta sobresaltado para volver a empezar su vida sin música…

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